

“La catedral gótica es un microcosmos donde el tiempo se detiene”, según José Luis Corral
El catedrático y novelista defiende en La Rábida su poder simbólico, “como emblemas de belleza, espiritualidad y memoria colectiva”
El catedrático de Historia Medieval y autor de más de una veintena de novelas históricas José Luis Corral considera que “las catedrales góticas no se miran, se experimentan”. “Cuando entras, la luz que se filtra por las vidrieras, las columnas que se elevan como si buscaran el cielo, los colores que envuelven el espacio... Todo te obliga a detenerte. Es un lugar fuera del tiempo”, ha afirmado en una entrevista realizada tras intervenir en el curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en La Rábida, sobre `Historia y novela histórica´.
Para el escritor, estas construcciones no son solo una hazaña arquitectónica, sino “el espejo del alma medieval, que siguen hablando al presente con una fuerza estética, emocional y simbólica difícil de igualar”.
Su reflexión va más allá de la historia del arte y ha aseverado que “la catedral gótica nos fascina porque representa un universo completo. Es el edificio más importante de cualquier ciudad medieval con sede episcopal. Simboliza el orgullo de una comunidad, la creencia compartida en un proyecto común, el deseo de trascendencia. Y, además, está pensada para conmover”. Esa mezcla de monumentalidad, espiritualidad y diseño armónico es, según Corral, lo que convierte a estos espacios en “materia viva” para la novela histórica.
Estas ideas fueron compartidas por el historiador con el alumnado del curso y, lejos de limitarse a una lección académica, ofreció una inmersión personal en lo que llama “la geografía emocional del gótico”. En su novela El Número de Dios, por ejemplo, explora la construcción de una catedral a través de la relación amorosa entre un arquitecto y una pintora, donde el propio edificio se convierte en reflejo de ese vínculo humano.
Corral reconoce que mantiene una relación especial con algunas catedrales. “En España, las de Burgos y León han sido esenciales para mi trabajo narrativo --ha reconocido--. En Europa, la de Notre-Dame de París es una referencia constante. Pero si tuviera que elegir hoy una catedral como símbolo, sería la de Colonia. No solo por su valor arquitectónico, sino porque sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Se mantuvo en pie, y eso la convierte en emblema de la permanencia del arte, del espíritu que no se rinde”.
Y, aunque afirma no ser una persona especialmente espiritual, admite que pocas experiencias igualan la de entrar en una catedral gótica. “No es solo el espacio físico. Es lo que sientes: una sensación de plenitud, de paz, de algo que no se puede explicar con palabras. Eso es lo que tiene que recoger la novela histórica cuando habla del gótico: no solo los datos, sino la emoción”, ha concluido.

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