Cómo representar la salud mental en cómic con rigor y responsabilidad
Un relato visual bien construido puede generar comprensión, empatía y apoyo. Uno mal diseñado puede reforzar estigmas, activar malestar emocional o banalizar el sufrimiento. Representar gráficamente un problema de salud mental exige algo más que habilidad narrativa: requiere un enfoque clínicamente informado, éticamente seguro y comunicativamente riguroso.
El uso del cómic como herramienta clínica, emocional y pedagógica en contextos sanitarios ha cobrado una relevancia creciente por su capacidad para transmitir experiencias complejas de forma comprensible y respetuosa.
Esta guía ofrece un recorrido paso a paso para hacerlo con criterio y responsabilidad.
Paso a paso para representar un problema de salud mental:
Paso 1. Delimitar propósito, destinatarios y alcance temático
Toda representación rigurosa comienza con una definición clara de su función comunicativa. Es imprescindible concretar el objetivo, el público al que se dirige y el contexto de uso para tomar decisiones alineadas.
- Objetivo principal: determina si la pieza se orientará a psicoeducación, sensibilización o formación profesional. Esta decisión fija el tono, el nivel de detalle y la terminología empleada.
- Público destinatario: identifica si se dirige a pacientes, familiares, estudiantes o profesionales, y adapta el nivel de lectura, los ejemplos y la extensión del contenido.
- Contexto de uso: define si se utilizará en consulta clínica, entorno educativo o comunitario. El soporte (impreso o digital), la dinámica (individual o grupal) y el entorno condicionan el diseño y los materiales de apoyo.
- Alcance del relato: delimita qué parte concreta de la experiencia se representará (p. ej., ansiedad previa a una prueba, adherencia terapéutica, duelo). Mantén un foco nítido y evita abarcar demasiado.
- Indicadores de evaluación: define desde el inicio los criterios para valorar la comprensión, la utilidad percibida y la ausencia de daño emocional. Prever mecanismos de validación es parte del diseño responsable.
Paso 2. Fundamento clínico, legal y ético del relato
Antes de trazar una sola línea, es necesario resolver aspectos fundamentales relacionados con el contenido, los permisos y los posibles riesgos.
- Delimitación del caso: define si se trata de una experiencia propia o ajena. En ambos casos, establece qué momentos se representarán y por qué. En historias de terceros, fija límites, contexto y riesgos potenciales (como reactivación de trauma).
- Documentación técnica: consulta guías clínicas, protocolos profesionales y relatos en primera persona. Evita mitos, lenguaje estigmatizante o representaciones inexactas. Registra todas las fuentes.
- Consentimiento narrativo: acuerda con la persona implicada el alcance del relato, la anonimación, la posibilidad de revisar borradores y el derecho de retirada. En menores o colectivos vulnerables, solicita autorizaciones específicas y valida con profesionales de referencia.
- Salvaguardas: establece medidas para minimizar riesgos: avisos de contenido, omisión de métodos autolesivos, recursos de ayuda y supervisión profesional durante el proceso. Incluye un canal para reportar incidencias.
Paso 3. Diseño narrativo y decisiones visuales
El diseño debe reflejar de forma coherente el propósito definido, respetando tanto la estructura narrativa como las decisiones visuales.
- Voz narrativa: elige entre primera persona (más empática pero más expuesta), tercera persona (analítica y didáctica) o voz coral (muestra red de apoyos o tensiones). Mantén la elección de principio a fin.
- Estructura temporal: prioriza narrativas lineales para objetivos psicoeducativos. Usa elipsis o flashbacks solo cuando aporten comprensión y marca los cambios con claridad (rotulación, encuadres, recursos cromáticos).
- Ritmo y carga emocional: alterna escenas de acción con viñetas de pausa. Introduce silencios visuales que permitan integrar lo vivido. Las transiciones deben ser legibles, sobre todo si se representa desregulación emocional.
- Metáforas visuales: emplea símbolos culturalmente validados que aporten sentido (laberintos, tormentas, nudos) y evita iconografía dañina (camisas de fuerza, monstruos grotescos). Contrasta con personas con experiencia vivida siempre que sea posible.
- Texto e imagen: una idea por viñeta. Cartelas y globos breves, con jerarquía visual clara. Introduce términos técnicos solo si van acompañados de una explicación comprensible.
- Legibilidad y accesibilidad: usa tipografías claras, alto contraste y secuencias visuales breves. En formato digital, incluye descripciones de imagen cuando proceda y evita patrones visuales disruptivos.
Paso 4. Filtro ético durante el proceso creativo
Cada decisión narrativa o visual debe pasar por un filtro ético constante. Representar no es solo mostrar: es también cuidar.
- Lenguaje centrado en la persona: evita definiciones que reduzcan a la persona a su diagnóstico. Excluye humor inapropiado o que banalice el sufrimiento.
- Evitar estigmas: fundamenta cada representación en evidencias clínicas y evita simplificaciones. Revisa que no refuerce etiquetas o prejuicios.
- Escenas sensibles: para temas como autolesión o suicidio, añade avisos de contenido, omite métodos y ofrece recursos de ayuda visibles.
- Privacidad y anonimato: modifica nombres, rasgos y fechas. Documenta los cambios y limita la exposición de datos personales.
- Poblaciones vulnerables: adapta complejidad visual y verbal. Valida contenidos con profesionales y aporta materiales complementarios.
- Conflictos de interés: registra financiación, relaciones o posibles sesgos. Busca revisiones externas críticas para detectar puntos ciegos.
Paso 5. Validación técnica y participativa
Antes de publicar, valida clínicamente, éticamente y comunicativamente la pieza.
- Revisión profesional: al menos un profesional independiente debe verificar rigor clínico, terminología y adecuación al público.
- Consentimientos y límites: confirma que siguen vigentes y que la anonimación es suficiente.
- Lectura por pares y personas con experiencia vivida: recoge feedback estructurado y decide qué ajustes aplicar.
- Pilotaje: prueba con un grupo reducido del público objetivo. Ajusta ritmo, símbolos y tono en función de los resultados.
- Registro de criterios: documenta los indicadores utilizados (comprensión, impacto, ausencia de daño) y los cambios realizados.
Paso 6. Difusión responsable y seguimiento
La publicación debe contemplar tanto la accesibilidad como la sostenibilidad del contenido.
- Formatos y contextos: adapta el diseño al soporte final (tamaño, resolución, paginación). Asegura legibilidad en todos los dispositivos.
- Materiales de apoyo: incluye una guía breve para quienes presenten la obra (objetivos, recomendaciones, advertencias).
- Accesibilidad: garantiza lectura fácil, alto contraste y versiones alternativas (audio, descripciones). Evita combinaciones visuales que generen fatiga o confusión.
- Licencias y derechos: especifica el tipo de licencia, atribución requerida y restricciones. Informa claramente del marco legal elegido.
- Evaluación posterior: mide utilidad, comprensión e impacto cuando sea posible. Incluye mecanismos para recoger reacciones y derivar a recursos.
- Actualización y retirada: establece un protocolo con responsable, fecha de revisión y control de versiones.
Resumen de buenas prácticas:
Define con precisión el objetivo y el público destinatario desde el inicio. Esto permite ajustar tono, nivel técnico, vocabulario y estilo visual al contexto real de uso.
Solicita siempre consentimiento informado y por escrito cuando representes vivencias ajenas, incluso si han sido compartidas previamente en otros medios. En casos sensibles, garantiza derecho de revisión y retirada.
Utiliza un lenguaje centrado en la persona, evitando expresiones que reduzcan a alguien a su diagnóstico. Prioriza términos respetuosos y evita etiquetas identitarias basadas en síntomas.
Valida la pieza con profesionales sanitarios y personas con experiencia vivida. Esta doble perspectiva mejora tanto el rigor clínico como la autenticidad narrativa.
Incluye avisos de contenido claros y visibles, sobre todo si se abordan temas como trauma, duelo, autolesión o suicidio. Acompaña siempre con recursos de ayuda contrastados.
Diseña para la accesibilidad lectora: tipografías claras, alto contraste, estructura narrativa comprensible, lenguaje sencillo, recursos visuales no intrusivos.
Evita representaciones visuales estigmatizantes o simplificadas, como monstruos, camisas de fuerza o caricaturas grotescas. Reemplázalas por metáforas validadas culturalmente (laberinto, nudo, tormenta, etc.).
No publiques sin revisión externa. Un proceso editorial sin validación crítica puede omitir errores, sesgos o riesgos no previstos.
Omite descripciones de métodos de autolesión o suicidio. Su inclusión puede generar efectos de imitación o reactivación emocional no deseada.
Documenta cualquier cambio en identidad, entorno o secuencia temporal cuando sea necesario anonimizar, y conserva registro del proceso editorial.
Recomendado vs a evitar
Recomendado |
Evitar |
Definir claramente objetivo y destinatario |
Improvisar tono o nivel de complejidad |
Obtener consentimiento informado y escrito |
Usar vivencias ajenas sin autorización |
Usar lenguaje centrado en la persona |
Etiquetar por diagnóstico o reducir a síntomas |
Validar la pieza con profesionales y experiencia vivida |
Publicar sin revisión externa |
Incorporar avisos de contenido y recursos de ayuda |
Representar autolesiones o suicidio sin contexto |
Diseñar para accesibilidad y comprensión lectora |
Utilizar tipografías densas o combinaciones de bajo contraste |
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Antes de publicar, revisa cada paso con una checklist técnica y ética diseñada específicamente para proyectos de representación visual en salud mental.
Este recurso incluye:
- Puntos de validación sobre narrativa, accesibilidad y consentimiento.
- Revisión de riesgos y salvaguardas para escenas sensibles.
- Criterios de calidad clínica, comunicativa y participativa.
Descarga gratuita disponible.
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